Desde edad temprana, Albert Einstein dirigía muy poco su atención hacia otros seres humanos. Sus intereses se polarizaban en torno al mundo de los objetos y las fuerzas físicas que lo rodeaban. Cuando era pequeño, prefería jugar con juguetes a relacionarse con otros niños. Se podría decir que la vida de Einstein estuvo mucho más centrada en los objetos que en las personas. Poco fascinado por las relaciones humanas, guardaba su ardor para las relaciones entre las cosas.
Einstein parece haber poseído un don especial, no siempre a disposición de los científicos: el don de imaginar problemas y situaciones de posible aplicación y de llevar a cabo esos vívidos y reveladores rompecabezas mentales, que permanecieron en su mente por muchos años.
Einstein era un escritor perfectamente idóneo, pero el lenguaje como tal, tenía poco atractivo para él. A menudo lamentaba su escaso talento para dominar idiomas extranjeros y retener materiales verbales con precisión. En cambio, sus dotes de inteligencia lógico-matemática y espacial eran notables. Podía asimilar inmediatamente como modelos, imágenes mentales inventadas.
Einstein parece haber poseído un don especial, no siempre a disposición de los científicos: el don de imaginar problemas y situaciones de posible aplicación y de llevar a cabo esos vívidos y reveladores rompecabezas mentales, que permanecieron en su mente por muchos años.
Einstein era un escritor perfectamente idóneo, pero el lenguaje como tal, tenía poco atractivo para él. A menudo lamentaba su escaso talento para dominar idiomas extranjeros y retener materiales verbales con precisión. En cambio, sus dotes de inteligencia lógico-matemática y espacial eran notables. Podía asimilar inmediatamente como modelos, imágenes mentales inventadas.
JorKam
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